José Luis Calvo
Dirección Investigación Académica del Observatorio de Economía de la Conducta del Colegio de Economistas de Madrid


“Para los economistas, los humanos son una decepción interminable. Siempre estropean sus ecuaciones”.

R. Skidelsky (2022): Qué falla con la Economía


A mí me gusta trabajar con referentes. Y cuando lo hago como economista siempre me acuerdo de la película Campeones de Javier Fesser. Les resumo el argumento: Javier Gutiérrez es un entrenador de baloncesto que es castigado a dirigir un equipo de personas especiales. El entrenador llega, como haría todo buen economista teórico, con todo su instrumental técnico-baloncestístico, dispuesto a enseñarles cómo se ponen los pies correctamente en una suspensión, cómo se hace un sky hook o como se pone un tapón. Poco a poco descubre que, en el mundo real, el de los bajitos, todo eso no sirve para mucho y que otros elementos como el compañerismo o la humanidad son los que conforman un equipo.

Eso es lo que muchas veces nos pasa a los economistas teóricos: diseñamos políticas/estrategias sobre la base de jugadores perfectos -¿hay alguien más perfecto que el homo economicus?-, sin darnos cuenta que el 99% de la población tiene taras. Por eso creo que son tan importantes las críticas y aportaciones de otras formas de enfocar el análisis económico.

La Economía de la Conducta nos pone frente al espejo, nos permite darnos cuenta de que esos mundos compuestos por seres perfectos no existen; y que, en consecuencia, muchas veces políticas económicas diseñadas bajo los supuestos del homo economicus no solo no actúan en el sentido que la teoría predice, sino que lo hacen en la dirección contraria. El sector financiero es, probablemente, uno de los mejores ejemplos[1], como muy bien han señalado tanto Nassim Taleb como su maestro, Benoît Mandelbrot, pero no el único. No será fácil que Grecia o Portugal olviden cómo fueron tratados por la ortodoxia de los hombres de negro, salvados a costa de su estado del bienestar[2].

Otra de las lecciones que podemos extraer de la Economía de la Conducta es que la Economía es una ciencia social, muy alejada de la Física a la que siempre ha querido parecerse, y que debe trabajar mano a mano con las otras ciencias sociales. Una nueva cita de R. Skidelsky (2022) resume perfectamente este argumento con un ejemplo: “El valor del pluralismo puede ilustrarse con la vieja parábola india de los seis hombres ciegos que trataban de identificar a un elefante. Uno coge la trompa y cree que es una serpiente. Otro piensa que su costado es un muro, otro que la cola es una cuerda, otro que una oreja es un abanico, otro llega a creer que las piernas son troncos de árboles y el último piensa que el colmillo es una lanza. La moraleja es que, como son ciegos, nadie puede ver la imagen en su conjunto; para lograrlo deben colaborar entre sí, compartir lo que han descubierto desde su propia perspectiva privilegiada y juntar todas las piezas del elefante combinando sus puntos de vista”.

La Economía debe recapitular, debe ser mucho más humilde, relajar su envidia de la Física y buscar la ayuda de sus compañeras, el resto de las ciencias sociales. Eso no quiere decir que debamos renunciar a elaborar modelos teóricos como el MONIAC de R. Phillips para divertirnos y discutir entre colegas, pero si queremos ser útiles a la sociedad –motivo por el que, yo al menos, me apunté a nuestra ciencia-, debemos ser conscientes de cómo funciona y de quienes la componen.

P.D.:

Lo sorprendente de esta situación de la Economía teórica es que la respuesta ha estado, desde siempre, en los despachos de al lado: el marketing lleva viviendo, desde que nació, de los sesgos de los individuos. Si todos nos comportáramos como el homo economicus nunca habría existido ni el marketing ni las marcas.

[1] Nunca criticaré la Hipótesis de los Mercados Eficientes de Eugene Fama. Dos motivos: el primero está en su propio nombre, hipótesis; el segundo, Fama siempre ha especificado los supuestos sobre los que se basa. La crítica va dirigida a los que, aprovechándose de una hipótesis teórica, liberalizaron unos mercados financieros que ni de lejos cumplían con esos supuestos. Engañaron al mundo diciendo que todos éramos iguales y pusieron a jugar al equipo de Campeones contra los Lakers.

[2] El caso español es distinto. Fuimos el último país en salir del procedimiento de déficit excesivo. Nunca agradeceremos lo suficiente haber tenido un presidente con tanta capacidad para “hacerse el loco”.